Mendizábal y Hacienda
En 1835 se unieron por primera vez moderados y progresistas por el peligro carlista, aunque volvieron a separarse inmediatamente.
En mayo se enfrentaron Zumalacárregui y Espoz y Mina que fue derrotado y se retiró del ejército. Fue entonces nombrado jefe del ejército Jerónimo Valdés que comenzó una batalla en la que perdería a 1.400 hombres.
También Espartero fue derrotado entrando los carlistas en Bilbao. Martínez de la Rosa pidió ayuda a Inglaterra y Francia, aunque al poco tiempo dimitió de su puesto. El nuevo jefe del gobierno fue José Queipo de Llano, el conde de Toreno. Tenía buenas relaciones en Inglaterra y era antiguo liberal progresista.
Juan Alvarez de Mendizábal fue nombrado ministro de Hacienda y sería quien realmente ostentaba el poder en este gobierno. Era progresista. Mendizábal proponía ganar la guerra contra los carlistas en el norte con un gran ejército, al tiempo que se eliminaba la ayuda que recibían estos en toda España por parte de la Iglesia. Había que acabar con ellos pero no con revueltas, sino desde el Estado.
Intrigas matrimoniales
Mendizábal expulsó a Francisco de Paula y a su mujer Luisa Carlota, del país. Fueron a París. Francisco de Paula era el hermano más pequeño de Fernando VII, es decir hijo de María Luisa y Carlos IV. Siempre se rumoreó que era en realidad hijo de Godoy por su parecido.
Parece ser que ya con antelación la reina María Cristina había acordado con su hermana la boda entre Isabel y Francisco de Asís, su primo e hijo de Luisa Carlota.
Sin embargo fue un acuerdo que estuvo en el aire más de una vez, cambiando la regente de opinión según las circunstancias.
También se pensó en casar a Isabel con el hijo de Don Carlos para terminar así la guerra, pero éste exigía para su hijo el título de rey y no de consorte, con lo que, al final, tampoco se llegó a un acuerdo. Evidentemente este casamiento habría terminado con las guerras carlistas.
La política de Mendizábal comenzó a causar estragos ya que, aparte de su anticlericalismo, dejó entrar mercancías inglesas sin que tuvieran que pagar aranceles, lo que hizo que se resintiera la industria catalana que así se acercó todavía más al carlismo, cuyos ataques se recrudecieron.
Mendizábal fue sustituído por Francisco Javier Istúriz que, antiguo amigo de Mendizábal no aprobaba su política y se había acercado más a los moderados. Mendizábal comenzó a conspirar contra él.
Mientras tanto Espartero luchaba contra los carlistas sin éxito. Los carlistas aseguraron sus territorios en el País Vasco y Navarra. Tomaron Oviedo, León y Palencia llegando hasta Segovia y Albacete.
Diego de León los venció en la Mancha pero se rehicieron y entraron en Andalucía, Narváez los derrotó allí.
Incidente en La Granja
Estando la familia real en La Granja de San Ildefonso, en agosto, fueron intimidados por un grupo de militares instigados por Mendizábal que obligaron a la reina de palabra a que restableciese la Constitución de 1812.
Istúriz dimitió y se nombró a José María Calatrava. La Santa Sede rompió relaciones con España, se opuso también el rey Luis Felipe de Francia. Espartero fue nombrado jefe del ejército del norte.
Entonces la reina intentó un acercamiento a Don Carlos proponiendo la boda entre sus hijos Isabel y el conde de Montemolin. No llegaron a un acuerdo ya que Carlos quería que su hijo fuera considerado rey y no consorte.
La guerra seguía esta vez favoreciendo a los seguidores de Isabel gracias al ímpetu de Espartero, que se convirtió en el héoe de la nación siendo nombrado conde de Luchana.
Olózaga fue designado para redactar una nueva Constitución. La Milicia Nacional se convirtió en la fuerza armada del progresismo.
Volvieron a atacar los carlistas llegando hasta Aragón marchando hacia Madrid. Cristina volvió a retomar conversaciones con Don Carlos. Se instauró la Constitución de 1837 de Olózaga.
Los Carlistas cerca de Madrid
En septiembre el infante Sebastián con Don Carlos entró con su ejército en Arganda. El general carlista Zumalacárregui llegó a Segovia y La Granja. Espartero puso sus tropas en Aravaca, Pozuelo y El Pardo. Además pidió a la reina la sustitución de Calatrava por Eusebio Bardají, más moderado.
Inexplicablemente los carlista no atacaron, quizás esperando el acuerdo con la reina que nunca llegó. Finalmente Espartero persiguió a las tropas en retirada. Ramón Narváez, al frente del ejército en Andalucía, se oponía a Espartero, demasiado progresista para él. Espartero seguía ganando batallas. En diciembre, siguiendo presiones de Luis Felipe de Francia, la reina destituyó a Bardají por el conde de Ofalia, moderado. Olózaga se opuso a este gobierno.
En septiembre de 1838 Ofalia fue sustituído por el duque de Frias. La reina confiaba en los moderados para la reconstrucción del país. Pero Espartero iba ganando puntos de cara al pueblo.
En agosto del 1839 el pueblo vasco ya quería la paz y se logró en Vergara. A los carlistas se les reconocía su grado y pagas dentro del ejército de la reina. Espartero prometió defender los fueros. El 14 de septiembre Don Carlos abandono el país derrotado.
Espartero fue a luchar contra los focos carlistas que quedaban en Levante y Cataluña. En las elecciones ganaron los moderados. Serrano fue diputado progresista por Málaga. Ese mismo año, Francisco de Paula, desde Francia buscó el apoyo del rey Luis Felipe para que se realizase el matrimonio entre Isabel y el infante Francisco de Asís.
A pesar del gobierno moderado, el que realmente mandaba en el país era el héroe Espartero.
O´Donnell, Serrano y Diego de León ganaban batallas a las órdenes de Espartero.
Una Ley, el ataque de la prensa y el momento de Espartero
Las Cortes habían aprobado una Ley que permitía a la reina nombrar a los ayuntamientos de acuerdo con el gobierno. Se opusieron los progresistas que veían peligrar los ayuntamientos elegidos en sus manos. A pesar que Espartero pidió a la reina que no firmase la nueva Ley, ella lo hizo y comenzó el acoso por parte de los progresistas que, sobre todo en los periódicos, comenzaron a contar detalles de la vida privada de la reina y Muñoz.
Era presidente del gobierno Pérez de Castro que huyó y Espartero impuso a la reina a Antonio González como nuevo jefe del gobierno, pero ella eligió al General Ferraz. Este aconsejó a la reina, que estaba en Barcelona, que fuera a Valencia. Alli Cristina volvió a cambiar de opinión y nombró jefe de gobierno a Modesto Cortázar.
Espartero viajó desde Madrid a Valencia para convencer a la reina que se retractase de su firma bajo la nueva Ley. Los moderados que habían apoyado a la reina comenzaron a escapar al extranjero. Viéndose sóla, la reina decidió renunciar a su puesto como regente y marchar a París, dejando a sus hijas bajo la tutela de Espartero. Era julio de 1840. Donoso Cortés y O´Donnell fueron con ella al destierro.
Una reina previsora
Isabel descubrió despues que, durante años, su madre había estado enviando dinero a Francia y hasta se había llevado las joyas de la corona, por lo que no parece que su decisión final fuera tomada de forma impetuosa, sino que venía preparando la salida desde hacía tiempo.
Espartero desde Valencia desmovilizó al ejército una vez terminada la guerra. Muchos de los oficiales, viéndose en la calle, se pasarían a los moderados.
En octubre regresó Espartero a Madrid con las dos infantas.
María Cristina se instaló en el palacio de la Malmaison con su marido y cinco hijos. Allí tuvo dos más. La rodearon los moderados que habían huído de España, destacando entre ellos el general Narváez y el consejero politico Juan Donoso Cortés. Como el destierro no fue improvisado, la reina contaba con abundantes fondos administrados por José de Salamanca. Se dedicó, sobre todo, a conspirar contra Espartero.
Espartero designó tutor único de las infantas a Agustín Argüelles, aunque el infante Francisco de Paula había exigido su tutela y, por su parte, María Cristina había propuesto a tres progresistas y dos moderados. Frecuentaban el Palacio Real Olózaga, el general Serrano y el diputado Salamanca.
Tras la guerra mejoró poco a poco la situación en el país. Mejoraron las carreteras, el servicio de diligencias, se inauguró la Bolsa de Madrid y se fomentó la creación de industrias y se utilizaron nuevos procedimientos para la fabricación del hierro.
El marqués de Salamanca contó con el primer cuarto de baño con aparatos de procelana y fue pronto imitado por la clase alta. La situación de la clases bajas no mejoró. Comenzó a aparecer una nueva clase social, los profesionales que empezaron a influir en la vida social y política.
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