Primeros años
José de Salamanca Mayol nació en Málaga en 1811. Su padre era médico especialista en epidemias. Tras la vuelta de Fernando VII al poder, fue acusado de afrancesado y pasó algún tiempo en la cárcel en Cádiz. Esta situación hizo que José de Salamanca conociera el miedo a la persecución por las ideas liberales de su familia y viera también el peligro que representaban los personajes envidiosos, ya que su padre fue denunciado por uno de ellos sin motivos.
José estudió en el colegio de Santo Tomás de Aquino, consiguió una beca de jurista para estudiar en Granada y después pasó a la Universidad de esa misma ciudad con muy buenas notas.
Parece ser que en Granada conoció a Mariana Pineda que sería su primer amor, aunque parece que no fue correspondido. A través de ella conocería la realidad social, dura e injusta y apreciaría aun más los ideales liberales.
Con ella y sus amigos ayudó a fugarse al capitán Fernando Álvarez de Sotomayor, condenado a muerte.
Tras finalizar sus estudios José volvió a Málaga manteniendo los vínculos con los grupos liberales. Fue amigo de Serafín Estébanez Calderón, compositor del himno liberal, que terminaría siendo su cuñado. Como curiosidad habría que añadir que Antonio Cánovas del Castillo era sobrino segundo de Estébanez y estuvo mucho tiempo en contacto directo trabajando con su tío y Salamanca.
Mariana Pineda y Torrijos
Participó José en el levantamiento del coronel Salvador Manzanares, apoyado por Torrijos, que fracasó. Mariana Pineda fue apresada y condenada a morir por haber bordado una bandera destinada a Manzanares. Junto con el librero Luis Carreras en Málaga, Salamanca participó en la sublevación de Torrijos que iba a llegar desde Gibraltar a Torremolinos. Un cambio de planes varió el lugar del desembarco. Torrijos y sus hombres fueron apresados.
Torrijos tenía un hermano trabajando en la intendencia de la corte en Madrid. Se envió a Salamanca a Madrid para que pidiera clemencia al rey. Al mismo tiempo, otro jinete partía hacia Madrid para informar del apresamiento de los sublevados, era el general Serrano.
Cuando Salamanca llegó a Madrid, el hermano de Torrijos ni siquiera se molestó en leer la carta que pedía clemencia. Al dia siguiente Fernando VII ordenó «Que los fusilen a todos«.
La reina María Cristina necesitaba aliarse con los liberales para poder hacer frente a los carlistas y la Iglesia. Poco a poco José de Salamanca entró en su círculo de íntimos, ayudándo a la reina regente a amasar una cuantiosa fortuna.
Vida política
Un alcalde muerto
Salamanca fue nombrado, gracias a unas buenas relaciones familiares con Cea Bermúdez, alcalde la Monóvar. Tenía 22 años. Para él la política era una forma de proteger sus negocios, de procurarle influencia. De haber conocido el resultado final, quizás no se hubiera decidido por este camino.
Logró vencer un levantamiento carlista.
En 1834 una epidemia de peste asoló Murcia y Alicante. Esta enfermedad provocaría uno de los episodios más llamativos en la vida de José de Salamanca. Cayó enfermo y se le dió por muerto. Despertó poco antes de ser enterrado causando el susto correspondiente a los que le velaban.
Para recuperarse de la peste volvió a Málaga durante dos meses, tiempo que aprovechó para casarse con Petronila Livermore en mayo de 1835.
Los Livermore
El patriarca de la familia era Tomás Livermore y Page de origen irlandés. Era curtidor de pieles. Junto con Pedro Salas creó una tenería (fábrica donde se curten y trabajan las pieles). Se casó con Petronila, la hija de su socio. Se instalaron en Málaga y tuvieron ocho hijos, 6 chicas y dos chicos. Las hijas eran muy populares en Málaga por su belleza. Isabel, una de ellas, se casó con Manuel Agustín Heredia, un exitoso comerciante. Posteriormente éste ayudaría económicamente a Salamanca en sus negocios y fue, en parte, gracias a él que logró sus éxitos empresariales.
Petronila, la mujer de José de Salamanca era la hija menor. Se casó con ella en 1835. Tuvieron dos hijos, Fernando (1841) y Josefa (1846). Petronila siguió a su marido a Madrid aunque no le gustaba participar en las actividades sociales. Sí estaba presente en las comidas que Salamanca ofrecía a sus amigos. Pero prácticamente se dedicó por entero a las obras de caridad. Además, a medida que Salamanca viajaba cada vez más, mantenía a más amantes y pasaba sus días de tertulia en tertulia, Petronila se fue encerrando cada vez más en su casa dedicandose a sus hijos.
Tras casarse y cuando pensaba ya en volver a Monóvar fue nombrado juez de instrucción de Vera y, posteriormente, diputado a Cortes por Málaga. Tenía 25 años.
Tertulias y finanzas
Ya en Madrid vivió en la calle de Alcalá. Se dedicó a frecuentar las tertulias de los «románticos», a pasear por las calles de Madrid viendo el mal estado de las mismas y la falta general de higiene. Su amistad con escritores y periodistas le ayudaría más adelante al necesitar el apoyo de la prensa en momentos más difíciles.
Conoció al financiero uruguayo de origen francés, José de Buschental y a su mujer, María Pereira de Castro. En su casa se organizaban amenas tertulias a las que acudía la flor y nata de Madrid. Comenzaban a las doce de la noche y se alargaban durante horas. José de Salamanca fue pronto un habitual en estas tertulias.
Buschental le llevaría por primera vez a la Bolsa y a través de este conocería la estrecha relación entre Bolsa y política, la necesidad de información. Además pronto Buschental empezó a confiar en el joven malagueño. Juntos consiguieron varias contratas de obras municipales en las que Buschental ponía el dinero y Salamanca el trabajo.
Su cuñado, Serafín Estébanez Calderón, había sido nombrado gobernador de Logroño. A través de él, Salamanca conoció a la nobleza liberal, como los condes de Montijo. Estébanez fue un constante apoyo a lo largo de toda su vida.
Salamanca ayuda al Estado
El Estado español debía a capitalistas ingleses cupones de la Deuda que llevaba cinco años sin pagar. Salamanca, por su habilidad comercial y poder de convicción, fue enviado a Londres para lograr una demora en el pago y una condonación parcial de los créditos. Salamanca contó con su cuñado Heredia y otros empresarios para que corrieran con el pago de los interéses, es decir, que el Estado español, al final, les debería dinero a ellos.
Salamanca, la sal y la Bolsa
Consiguió, junto a Buschental, el monopolio de la sal que les generaría unos ingresos millonarios. Tendría este negocio hasta 1846. Muchos de sus negocios los empezaba formando una empresa, pero al final más de una vez se quedó sólo. Eso no le aminalaba. Si estaba convencido seguía adelante y siempre conseguía los apoyos necesarios, aunque muchos se oponían a cualquier cosa que hiciera.
Siguiendo las enseñanzas de Buschental acerca de la Bolsa, Salamanca consiguió ganar una fortuna. Muchos seguían sus consejos y ganaban junto a él. El problema surgía cuando perdían dinero. No todos tenían el saber estar de Salamanca que llegó a perder ciatro millones de reales en un día sin pestañear siquiera.
Fue en aquella época en la que Salamanca cimentó su amistad con la reina María Cristina y su segundo marido el duque de Riánsares. A través de sus inversiones en Bolsa consiguió aumentar de forma importante la fortuna de ambos. Esta amistad con consecuencias económicas tan importantes sería un constante foco de ataques al marqués.
En una de las sesiones Salamanca llego a ganar tres millones de reales. Durante la noche se paró a pensar en todos aquellos que ahora le debían dinero y habían perdido todo. Al día siguiente volvió a la Bolsa y con su célebre frase «¡Perdono a tutti!» perdonó a todos su deuda.
Entre las múltiples actividades de Salamanca estuvo también la creación de la primera casa de baños en España y de una importante empresa de coches de alquiler, La Comodidad, en la que se podían alquilar lujosas berlinas.
Salamanca, las mujeres y el Teatro del Circo
Salamanca era un mujeriego. Al igual que en sus negocios tenía que conseguir a las mujeres rápidamente, sino pasaba a la siguiente. No se tienen datos acerca de sus amantes, aunque algunas destacaron como Guy Stephan, una bailarina. Tenía esta bailarina alterado a medio Madrid. Salamanca la vió actuar en el Teatro Circo Price ubicado en la Plaza del Rey, que no estaba en buenas condiciones. Habiendo asistido a representaciones en capitales como París y Londres, vió enseguida que el teatro no reunía las condiciones para grandes actuaciones. Salamanca compró el teatro al conde de Polentino que casualmente vivía en la Casa de las Siete Chimeneas, convirtiéndolo en uno de los más elegantes de Europa. Y Guy Stephan actuaba allí recibiendo el aplauso de todos sus seguidores y todo tipo de regalos de Salamanca. Continuaron con su relación durante muchos años y, en los últimos años de su vida Guy Stephan incluso se ofreció a ayudarle económicamente.
Tuvo el Circo aparte de la Guy-Stephan con los «guyistas» apoyándola y Salamanca al frente, otra bailarina, la Fuoco, seguida por los «fuoquistas» con Narváez como líder, para entonces enemigo acérrimo de Salamanca. Esta situación tenía en ascuas a todo Madrid y sirvió de acicate a ambos bandos.
Salamanca siempre compensó adecuadamente a sus amantes. Algunas terminaron con pensiones vitalicias, otras con joyas o buenas viviendas. Se comentaba que en la Calle de la Ese, llamada así por su forma y que iba desde la Castellana hasta la calle Serrano, tenía Salamanca viviendo a todas sus amantes. También parece ser que tuvo varios hijos ilegítimos.
Salamanca y la política
Fue diputado por Málaga, por Almería, por Granada, por Albacete y senador vitalicio desde 1864. Se encontraba dentro del grupo de los moderados junto a Ríos Rosas, Cánovas del Castillo y el general Serrano entre otros, que formarían gobierno en 1847.
José de Salamanca como ministro de Hacienda (1847) puso en marcha la reforma arancelaria de transición al librecambio y, reanudó la labor desamortizadora. Parece ser que automáticamente se le acusaba de que cualquier medida que tomase iba solamente en beneficio de su propia riqueza. Tras una serie de avatares Salamanca llegó incluso a ocupar el puesto de presidente del gobierno. Posteriormente sería nombrado presidente Narváez. Su enemistad con Narváez parece ser tenía su origen en unas inversiones fallidas. Con el tiempo retomaron su amistad.
Una huída de película
Tras ser ministro de Hacienda sus enemigos le acusaron de haberse beneficiado de su puesto. Una noche vino la policía a detenderle. Salamanca huyó y fue a refugiarse a la embajada de Bélgica en la calle Barquillo. Días después fue a la embajada de Dinamarca que se encontraba en el mismo edificio. Lamentablemente el embajador, sin seguir las normas internacionales, permitió a la policía entrar en la embajada para buscar a Salamanca. Este se había escondido en un baúl sobre el que se sentó uno de sus perseguidores. Al no encontrarle, la policía abandonó la embajada. Salamanca se dió cuenta que no podía fiarse del embajador danés y volvió a la embajada belga. Pero había que preparar la huía porque no podía quedarse para siempre allí. Una noche hicieron venir a un coche de caballos al que subió un hombre embozado que salía de la embajada. El coche salió a toda prisa del lugar siendo perseguido por toda la policía. Mientras tanto Salamanca salía unos segundos después. Salió del país vestido de sargento con un pelotón que iba hasta la frontera francesa.
Salamanca y el ferrocarril
Salamanca se instaló en Francia y comenzó rápidamente a mover los hilos para conseguir nuevos negocios. Lamentablemente, mientras tanto, le quitaron el honor de instalar el primer ferrocarril en España. Se había inaugurado la línea Barcelona – Mataró (1848).
Para poder invertir más en la línea Madrid-Aranjuez, Salamanca vendió el Teatro del Circo. Una amnistía dada por Narváez le posibilitó la vuelta a Madrid en 1849.
Dos años después inauguró con todo el boato habitual la línea Madrid-Aranjuez (1851).
En Aranjuez explotó la plaza de toros y además se dedicó a organizar carreras de caballos, de forma que muchos madrileños utilizaron el tren para trasladarse a esta ciudad.
Llegó a tener una locomotora «Tank engine 14» que alcanzaba una velocidad entre 90 y 120 kilómetros por hora.
En el golpe de estado de 1854, el populacho entró en el palacio de Salamanca y destrozó todo lo que encontró a su paso, desde cuadros hasta obras literarias. El marqués huyó pasando por Albacete, donde se le trató muy bien. Con el tiempo compraría allí unas tierras y construyó su casa de Los Llanos, rodeada de terrenos dedicados a la agricultura y la caza. Regresó a Madrid el año siguiente.
Como su palacio había sido pasto de las llamas, el marqués se buscó un terreno para la construcción de su nuevo palacio eligiendo un terreno en Recoletos, hoy sede de las exposiciones del BBVA. El arquitecto encargado de la obra fue Narciso Pascual y Colomer, autor también de las Cortes. El palacio fue inaugurado con una espléndida fiesta en 1858.
Tras terminar el palacio, el marqués se dedicó durante varios años al ferrocarril en Francia, Italia, Alemania, Portugal y Estados Unidos. De hecho, en América hay una ciudad que lleva su nombre.
Completó la línea Madrid – Alicante y también hasta Toledo.
Una anécdota de dos pesetas
En enero de 1859 un grupo de escritores y periodistas no muy seguros de su empeño escribieron a Salamanca, en forma de verso, una carta invitándole a comer en una tasca donde el cubierto costaba dos pesetas. Pensaron que como nadie invitaba nunca a Salamanca, no era mala idea proponerle la invitación. Salamanca accedió y el 15 de enero celebraron una comida que les sirvió para estrechar lazos y conocer el lado más humano de este coloso de los negocios. Evidentemente la anécdota no pasó desapercibida y fue comentada durante mucho tiempo.
Marqués y Conde
Hacía ya tiempo que Salamanca quería adquirir el palacio de Vista Alegre que Fernando VII mandó construir para su mujer, María Cristina. Lo amplió y lo hizo decorar con los más exclusivos muebles.
Por fin, en 1863 se le concedió el título de marqués y, al año siguiente el de conde de los Llanos con grandeza de España.
Por aquel entonces su fortuna alcanzaba los 400 millones de reales.
En uno de sus múltiples viajes había estado en Italia y visitó la ciudad de Pésaro, donde había nacido Rossini, uno de sus músicos favoritos. Se extrañó que no hubiera ninguna estatua dedicada al gran músico, así que hizo que se le dedicara una. Fue colocada en agosto de 1864 en una plaza dedicada al músico.
En 1866 murió Petronila. Salamanca quedó muy apenado y durante un año guardó luto sin acudir a fiestas ni salir de casa.
El Barrio de Salamanca, su ruina
Desde 1854 uno de sus mayores empeños fue la creación del barrio de Salamanca. Hacia 1864 ya era dueño de unos dos kilómetros cuadrados de terreno ya alisado y con el trazado de las calles hecho, de forma que sólo faltaba edificar. Intentó formar una sociedad para la realización de las obras pero, al final, como tantas otras veces, se vió sólo frente a su empeño. Y siguió adelante. Sin embargo, sobre todo los sucesos políticos influirían negativamente en la realización de su proyecto al encarecerse el crédito y contar sólo con su propio capital. Grandes pérdidas en la Bolsa hicieron que a finales del 1866 se viera sin liquidez. Tuvo que buscar fondos a cambio de intereses altos.
En 1867 se vio obligado a vender parte de su gran colección de pintura en París. Entre los cuadros había cuadros de Velázquez y Goya.
Hacia 1870 ya estaban terminadas las calles de Serrano y Claudio Coello con sus transversales. A pesar de encontrarse en «las afueras» de Madrid, poco a poco iban acudiendo los nuevos inquilinos, sobre todo pensando en las comodidades que ofrecía este nuevo barrio y sus casas con los ultimos adelantos. Para acercar el barrio a la Puerta del Sol es decir, al centro de Madrid, Salamanca recurrió a la casa inglesa «Asher Morris Company» de tranvías. En mayo de 1871 quedó terminada la línea que unía, por fin, la Puerta del Sol hasta el final del barrio de Salamanca. Fue el primer tranvía de la ciudad. Se trataba todavía de tranvías tirados por caballos. El día de la inauguración las autoridades fueron montando en los coches, ¡hasta doscientas personas! para realizar el trayecto entre vítores y agitar de banderas. Al finalizar el trayecto, en las cocheras adornadas, Lhardy había preparado un catering en una mesa con forma de herradura.
En el año 1872 el marqués de Salamanca entró en el negocio del monopolio del tabaco y, dos años después, inauguró la nueva plaza de toros de Madrid.
Sin embargo a partir de este momento su situación económica se hizo cada vez más crítica. Aun sin dejar su estilo de vida lleno de lujos y despilfarro se vió obligado a vender otra parte de sus cuadros. En 1876 vendió su palacio de Recoletos al Banco Hipotecario y, al año siguiente, se deshizo de gran parte de sus restantes propiedades como las casas que tenía en Portugal y Francia y, además, vendió también sus participaciones en los ferrocarriles.
Última obra
En 1881 Salamanca volvió a entusiasmarse con un nuevo empeño, el ensanche de la Zurriola en San Sebastián y se dedicó en cuerpo y alma a esta obra. Sería durante una estancia en San Sebastián cuando comenzó a sentirse mal. Llevaba ya varios años con problemas de salud, catarros que no se curaban, problemas respiratorios. En vez de quedarse allí, se empeñó en regresar a Madrid. Fue a su palacio de Vista Alegre y allí murió el 21 de enero de 1883.
Un día cualquiera
Se comentaba que el marqués tenía siempre abiertas las puertas de su casa para quién quisiera verle, incluso para aquellos que venía sólo a pedir. Daba unas fiestas de las que luego se hablaban durante días. Parece ser que volvió a una antigua costumbre del Conde-Duque de Olivares, y era la de regarlar objetos de valor a sus invitados.
Los jueves recibía a sus amigos a los que además, sentaba a su mesa. Se cuenta que había días en que los comensales eran hasta setenta.
Parece ser que contaba con uno de los mejores cocineros del mundo, un francés que quiso quitarle Napoleón III, pero no pudo ofrecerle mejor sueldo que el marqués.
Llegó a poseer varios palacios: el de Recoletos, una finca en Aranjuez, otra en Los Llanos, una casa en Carabanchel de Arriba, el palacio de Vista-Alegre, un palacio en Lisboa, un hotel en París y otro alquilado en Roma. En todos estos lugares tenía servidumbre. Cuando viajaba le acompañaban el cocinero, su ayuda de cámara y dos criados.
Evidentemente hoy en día es más conocido por su empeño en la creación del barrio que lleva su nombre, pero es lamentable que un hombre que tanto hizo por Madrid, por el país, en general, dotándole de avances que sin él habrían tardado todavía más en llegar sea tan poco conocido. Evidentemente no consiguió todos sus millones haciendo obras benéficas, era un tiburón de los negocios, pero nunca dejó de ayudar a aquellos que le pedían ayuda. Fue el prototipo de empresario del siglo XIX, un vividor lleno de encanto.
Bibliografía:
«José de Salamanca» de F. Hernández Girbal, Ediciones Lira, Madrid 1963
«Yo, José de Salamanca, el `Gran Bribón´» de Eduardo G. Rico, colección Memoria de la Historia, Editorial Planeta 1994.
«Los origenes del Moderno Madrid: El Ensanche Este (1860-1878) de Borja Carballo Barral, Departamento de Historia Contemporánea, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense de Madrid, 2009
«Recuerdos y genialidades del Marqués de Salamanca» de Ausgusto Martínez de Olmedilla, ABC 21.08.1927
«El Barrio de Salamanca» varios autores, ABC, 19.04.1964
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