Siglo XV. Las Hermandades
En el siglo XV aparece la idea que el pecador puede ser perdonado por Dios si castiga su cuerpo. Esta idea fue defendida por San Vicente Ferrer y los franciscanos. Este sería el nacimiento de la «flagelación» como parte primordial de las procesiones que conmemoraban la Pasión de Cristo.
También sería en esta época cuando los cruzados trajeron trozos de la Santa Cruz a Europa (Vera Cruz = cruz verdadera). Estos trozos de la cruz eran venerados por los cristianos. Durante la Semana Santa, algunas parroquias organizaban pequeñas procesiones en las que seguían una pequeña cruz.
A los franciscanos se les había encomendado la custodia de las reliquias de la Santa Cruz y así es como una hermandad relacionada con la Santa Cruz comenzó con sus actividades.
En la Edad Media los profesionales de diferentes actividades comenzaron a asociarse formando gremios o hermandades. A través de estas hermandades intentaban defenderse de otros gremios y de los nobles. Especialmente en las ciudades llegarían a tener mucho poder. Querían que las autoridades políticas y religiosas les trataran como a iguales. A su vez estos poderes fácticos intentaban controlar a las hermandades, aunque con poco éxito. Muchos años después, Carlos III insistiría en que debían ocuparse solamente de sus actividades religiosas.
Aparte de este aspecto social, muchas hermandades también se ocupaban de los enterramientos de sus miembros, lo que en aquellos días era una labor muy importante, como podemos ver en el artículo dedicado a los cementerios. También fundaban hospitales para los pobres, edificaban parroquias o se ocupaban de los niños abandonados. Muchos creían que el mero hecho de pertenecer a una hermandad les aseguraba su entrada en el cielo tras la muerte.
Las primeras actividades relacionadas con la Semana Santa en Madrid tuvieron lugar en el año 1424, cuando el Príncipe Juan comenzó con la costumbre de lavar los pies a trece mendigos y darles dinero para que pudieran comprarse algunas ropas.
En la segunda mitad del siglo XV también comenzaron a celebrarse una serie de ceremonias especiales durante la Semana Santa, en las que los hermanos se flagelaban.
Siglo XVI. Vida y Religión
En aquella época la vida diaria de las personas estaba muy influída por la religión. Una parte importante de su vida estaba dedicada a preparase para la vida eterna. Para evitar ser condenado al infierno, una solución era pagar por un numero específico de misas que habrían de ser dichas en nombre del interesado. Otra forma era comprar capillas para ser enterrado en ella o participar en la protección de ciertas imágenes, conventos o parroquias. Todo el mundo quería salvarse y, en consecuencia, se fundaron muchas hermandades.
Pertenecer a una hermandad se consideraba ya cuestión de prestigio.
En este siglo se celebró el Concilio de Trento que apoyó todas aquellas actividades que se opusiesen a las ideas protestantes. Una de estas ideas era la devoción a las imágenes, así que confirmaron la religiosidad de las procesiones, especialmente de aquellas dedicadas a la Pasión de Cristo.
En este siglo la flagelación adquiere un nuevo significado. Los hermanos debían mostrar a todo el mundo lo importante que era salvar el alma a través de este sufrimiento. Pensaban que así influían en la devoción religiosa de las gentes y que éstas se comportarían de una forma más cristiana en su día a día. Las procesiones son casi como representaciones teatrales.
Los Penitentes
Los miembros de las hermandades que participaban en las procesiones, los cofrades, eran llamados penitentes. Había dos tipos de penitentes, penitentes de luz que eran aquellos que llevaban los cirios o velas y los penitentes de sangre, que eran aquellos que se flagelaban. Algunos de estos penitentes llevaban los brazos en cruz atados a un trozo de madera que imitaba la cruz. Eran llamados los aspesios. Todas las procesiones hacían el mismo itinerario y terminaban en el Alcázar, donde ahora se encuentra el Palacio Real.
Como era de esperar, las procesiones de sangre eran las más populares porque ofrecían un espectáculo francamente morboso. Incluso había penitentes, sin devoción religiosa, llamados penitentes de amor. Estos querían simplemente impresionar a la dama de sus sueños, así que iban a su casa y se flagelaban con más fiereza que nadie, ofreciéndo este sufrimiento como prueba de amor. Algunos incluso iban hasta el extremo de salpicar con su sangre a la amada, cosa bastante repugnante,por cierto. Este tipo de penitencia fue muy criticada por autores como Lope de Vega y Quevedo.
Ahora también la familia real tomaba parte en muchas actividades que conmemoraban la Semana Santa, lo que hizo que las cofradías ganaran en importancia de cara a la sociedad.
Las hermandades que habían sido originadas por asociaciones de profesionales se convirtieron ahora en asociaciones de burgueses. Para conseguir dinero para sus actividades obtuvieron el permiso para construir y gestionar diferentes teatros al aire libre (los corrales de comedias), donde no sólo se representaban obras religiosas. La cofradía de la Soledad, por ejemplo, tenía alquilado el famoso corral de la Pacheca, donde hoy está el Teatro Español. Estas representaciones fueran su mayor fuente de ingresos.
La Virgen de la Soledad. Historia y Leyenda.
Es en este siglo cuando aparecen las primeras imágenes en las procesiones. Una de las más importantes es la dedicada a Nuestra Señora de la Soledad.
Cuando Felipe II se casó con Isabel de Valois, ella trajo consigo una pintura de esta Virgen a España. Se la había dado su padre, el rey de Francia, a quién se la había regalado San Francisco de Paula.
La pintura mostraba a la Virgen María, vestida en ropajes negros, llorando por su hijo muerto.
En aquellos días los monjes de la orden de San Francisco de Paula se habían establecido en Madrid y le pidieron a la reina el cuadro, porque estaban construyendo una capilla en honor de esta Virgen. Isabel de Valois no les dió el cuadro, pero pidió a un escultor, Gaspar Becerra, que hiciera una imagen basado en él.
Gaspar Becerra hizo dos imágenes, pero ninguna le gustó a la reina y le dió una última oportunidad. Según la leyenda, el escultor estaba completamente abrumado por el encargo y pensó que no sería capaz de hacer la imagen que le pedían. Cuando llegó a casa, se quedó dormido y en sueños se le apareció un ángel que le dijo que cogiera un tronco que estaba quemándose en el hogar y que lo usara para hacer la imagen. Así hizo Gaspar Becerra y por fin dió con la imagen deseada.
La Virgen está vestida como una viuda del siglo XVI, con un vestido blanco y una capa negra. Lleva un rosario. Esta iconografía influenciaría muchísimas imágenes posteriores de la Virgen.
La imagen fue colocada en la iglesia y se fundó una cofradía para aumentar la devoción a esta Virgen. Incluso la reina fue miembro de esta cofradía. Esto hizo, a su vez, que muchos miembros de la casa real también se hicieran miembros. En la primera procesión, en 1568, participaron 2.000 penitentes de luz, más de 400 penitentes de sangre y cientos de mujeres que pertenecían a la cofradía.
Procesión de Jesús Resucitado
El Domingo de Resurrección tenía lugar una procesión con una imagen de Jesús Resucitado. Aparte de esta imagen también solían llevar un muñeco de trapo, el pelele, que representaba a Judas y estaba vestido con ropajes de muchos colores. Los niños le tiraban piedras y escupían en el muñeco hasta que la procesión llegaba a la Plaza Mayor, donde el muñeco era quemado.
Si quiere leer más acerca de las procesiones en los siglos XVII y XVIII, pinche aquí.
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